A medida que se acerca la segunda semana de este jolgorio de la COP, una cosa está clara: es hora de pensar en cómo hacer que los países anfitriones y las presidencias de la COP (y no, no siempre son los mismos) hagan lo que el Acuerdo de París les obliga a hacer: respetar plenamente los derechos humanos y garantizar un espacio cívico abierto y transparente.
Aunque la Declaración Universal de los Derechos Humanos existe desde hace 75 años, parece que algunas Presidencias necesitaban un recordatorio: en junio, la CMNUCC reiteró que sus reuniones deben convocarse en un lugar donde se promuevan y protejan los derechos humanos y las libertades fundamentales. Una norma muy básica es hacer público el acuerdo con el país anfitrión (AAC) para las COP. ECO ha buscado y rebuscado el de COP28, desde las esquinas de B6 hasta el sótano de B1: no se encuentra por ninguna parte. La CMNUCC dice a ECO que se puede solicitar al sistema de tratados de la ONU, pero no cómo hacerlo. Es como intentar encontrar B7 sin un camino de baldosas amarillas.
Todos sabemos ya que no puede haber justicia climática sin derechos humanos, y simplemente no podemos tener Presidencias de la COP que vayan por ahí violando derechos humanos básicos. Así pues, ¿qué necesitamos para que la próxima COP devuelva la confianza en el proceso y garantice la acción climática que necesitamos? ECO tiene algunas ideas (pueden parecer muchas pero, oye, nos has dado más de 30 años para pensar en ello).
Examinar el historial de derechos humanos de las Presidencias candidatas. Si no se respetan las libertades de expresión, asociación y reunión pacífica, los partidos no tienen más remedio que presionar para que se lleven a cabo reformas significativas y duraderas. No debería aterrorizarse a los observadores para que no asistan o se autocensuren durante su estancia en el país, temiendo por su vida y su seguridad, incluso cuando regresen a casa.
Reducir la COP. ¿Es realmente necesaria esta juerga anual? A ECO le importa más lo que ocurre en las salas de negociación que cuántos barriles de petróleo se pueden vender o cuántos dólares se pueden recaudar para invertir en peligrosas distracciones. Unas COP más pequeñas significan que más países pueden permitirse acogerlas; al fin y al cabo, los países deberían invertir en mitigación, adaptación y desarrollo sostenible, y no en asegurarse de que miles de delegados de otros países se vayan a casa con una bonita bolsa de regalos de la COP.
Establezca una política de conflictos de intereses. ECO acogió con satisfacción los nuevos requisitos de transparencia de la CMNUCC -seguro que han facilitado mucho el recuento de los casi 2.500 grupos de presión de combustibles fósiles presentes en la COP28-, pero se necesita más para expulsar realmente a los grandes contaminadores. ¿Dejaría entrar a las tabacaleras en las negociaciones para acabar con el tabaquismo? Necesitamos una definición clara, también para los funcionarios electos de la CMNUCC, y un marco sólido de compromiso con un sólido mecanismo de rendición de cuentas detrás. Las infracciones deben tener consecuencias.
Echar el dinero de los contaminadores. Ninguna COP debe estar patrocinada por empresas de combustibles fósiles, ya sea directamente o a través de otras formas de subvención directa o indirecta, como las asociaciones público-privadas, o los préstamos de personal a través de comisiones de servicio y contratos de consultoría a cualquiera de las partes o a los países anfitriones.
Publicar la HCA. No lo ocultes tras un sistema laberíntico que mina las ganas de vivir de cualquiera que intente navegar por él. Si un país de acogida respeta realmente sus obligaciones en materia de derechos humanos, ¿qué tiene que ocultar? A ECO le gustaría verlos todos, por favor.
Poner las COP al alcance de todos. Sociedad civil, pueblos indígenas, jóvenes y ancianos, personas con discapacidad, de todas las orientaciones sexuales e identidades de género: todos deben tener igual acceso. Desde requisitos de accesibilidad hasta comida asequible, hoteles y apoyo en cuestiones de visados, todo esto debería estar en la lista básica de cosas por hacer de cualquier anfitrión. Los países anfitriones tienen la obligación de acoger a todos los que deseen asistir, lo que implica un curso de escucha activa y el firme compromiso de respetar los derechos humanos. Ah, y un último punto: la próxima vez que invites a 70.000 personas a una fiesta, quizá valga la pena comprobar el tamaño de la pista de baile. Un espacio suficiente en las salas de negociación es crucial para una participación significativa. Una presencia con billete se convierte en una presencia simbólica, colocando un escudo opaco frente a la transparencia.