¡Vaya día! ECO tuvo el privilegio de asistir a la primera Carrera de Rastreadores de Energías Renovables. En él participaron 60 equipos nacionales, animados por más de 70.000 espectadores que coreaban «¡Justo! ¡Rápido! ¡Justo! Renovables para todos». Los equipos compitieron por relevos, impulsados por sus mezclas energéticas y sus respectivas capacidades. Las economías avanzadas o emergentes y en desarrollo (EMDE) tenían retos diferenciados y reglas específicas, respectivamente, para garantizar que la carrera fuera equitativa: ¡qué competición tan emocionante!
Al iniciarse la carrera, rápidamente se hizo evidente que el ganador sería inesperado. Ningún país llegó a la meta a tiempo, pero Chile, Brasil y China se aseguraron los tres primeros puestos. En medio del pelotón, cuatro EDE (Vietnam, Colombia, Jordania e India) superaron a muchas naciones ricas, a las que se veía jadear y luchar, frenadas por su falta de ambición, esfuerzos e inversiones. También se vio a algunos perder tiempo quemando troncos de madera para alimentar su motor, un movimiento táctico erróneo que dio una ventaja significativa a los equipos propulsados por energía eólica y solar.
A medida que la carrera se acercaba al final, los abucheos de la multitud se hacían más fuertes: Corea del Sur, Arabia Saudí e Italia -entre los equipos ricos y grandes emisores- apenas habían sobrepasado la línea de salida. Muchos equipos del África subsahariana, faltos de financiación y con dificultades para reunir la energía suficiente, no pudieron ni siquiera despegarse de los tacos de salida.
Mientras ECO se abría paso por la zona mixta, escuchó al jefe de la delegación de los países ricos comentar los pobres resultados: «No hemos hecho lo suficiente, y tenemos que incluir la ampliación rápida, justa y sostenible de la sostenibilidad en el reglamento final para poder prepararnos mejor para los próximos años. En aras del juego limpio, también nos comprometemos a apoyar económicamente a los equipos que lo necesiten».
ECO era escéptico, pues sabía que tales promesas rara vez se cumplen, pero un vistazo al estadio nos dio esperanzas: los aficionados habían desplegado una pancarta gigante en la que se leía «100% renovables, 100% financiables». Sus cánticos resonaban a kilómetros de distancia, sugiriendo que se avecinaba una carrera por una eliminación justa y equitativa de los combustibles fósiles.