Nueva Zelanda se ha convertido en uno de los líderes de emisiones fósiles este año y parece estar decidida a mantener su liderazgo. Inicialmente recibiendo un embate de acusaciones por no volver a aceptar su responsabilidad después del protocolo de Kioto, parecen estar agravando las cosas al contribuir con la defensa al acceso de mecanismos más flexibles para países no vinculados legalmente, mientras no se ofrece una recompensa de vuelta. La participación egocéntrica de Nueva Zelanda en las negociaciones refleja una visible falta de voluntad por participar responsablemente.
El creciente acceso a los mercados es probablemente algo bueno – nadie quiere ver al CDM colapsar completamente- sin embargo Nueva Zelanda debe demostrar en Doha que está preparada para levantar el peso pre-2020. Debería anunciar una meta de por lo menos 25% debajo de los niveles de emisiones de 1990 y enviar una fuerte señal diciendo que están preparados para hacer y contribuir al proceso real. Si, estas son las condiciones y el alcance de los presentes objetivos, Ministro, pero eso es lo que se llama ambición. Un pacto para incrementar, significativamente, el financiamiento el año entrante también serviría para restaurar fondos antiguos y degradados y realizar un crucial avance ante la desesperada necesidad de los fondos climáticos.
Cuatro de los combustibles fósiles en cinco días le han dado a Nueva Zelanda un lugar bastante decente en la lista de combustibles fósiles. Así que, resignado a lo inadecuado, el nuevo Ministro para el Cambio Climático de Nueva Zelanda, Tim Groser a comenzado a referirse a los combustibles fósiles como algo certero. Sin embargo, Sr. Groser, no debería ser así. Si se presenta a las reuniones con objetivos ambiciosos y ofrece atrevidos y extensos financiamientos, quedará sorprendido de los pocos premios fósiles que recibirá. El fracaso y la decepción no deben ser prevalecientes y Nueva Zelanda puede ayudar a cambiar eso.