En agosto de este año, el estado de Kerala, en India, fue golpeado por la peor inundación en un siglo; con un costo de alrededor de US $2 mil millones en daños a la infraestructura y la economía. Durante casi un mes entero, el estado se estaba ahogando. Monzones sin precedentes asociados a las cambiantes corrientes oceánicas y los mares cálidos inundaron Kerala. El daño resultante fue amplificado por malas decisiones de desarrollo que cubrieron ecosistemas de montaña y humedales como los Ghats occidentales con concreto. Las inundaciones arrasaron con las tierras, los medios de vida y las vidas de las personas.
Los estragos en Kerala se encontraron con una solidaridad extraordinaria entre personas de todas las religiones, clases y comunidades: los ricos con los pobres, los pobladores urbanos con la gente del campo. Los pescadores apoyaron en el rescate junto con los equipos de respuesta a desastres del estado.
En un país donde los suicidios de agricultores debido a deudas, monopolios corporativos y falta de provisiones para reparaciones climáticas pululan, cometemos una gran injusticia al no tener en cuenta las pérdidas y daños. Mientras que la India convoca a las responsabilidades históricas y la responsabilidad de los países ricos en la COP24, ¿podemos mirarnos a nosotros mismos en el espejo?
Shradha Shreejaya