Ayer, la Primera Ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, debe haber tenido en mente las palabras de Nelson Mandela cuando anunció el compromiso de su país de aportar 1 millón de libras esterlinas para responder a pérdidas y daños. El dinero provendrá del Fondo de Justicia Climática del Gobierno de Escocia, que pronto será de 6 millones de libras esterlinas al año. Este Fondo, a la fecha enfoca sus esfuerzos en adaptación, y es usado para construir resiliencia frente a eventos climáticos. Este es el primer país desarrollado, en la historia, que se compromete explícitamente con la financiación de pérdidas y daños.
Por supuesto, esto no es suficiente para responder a la magnitud de las necesidades de pérdidas y daños, que podrían oscilar entre 290 mil millones y 580 mil millones de dólares anuales para 2030, solo para los países en desarrollo. Sin embargo, esta postura política pequeña pero fuerte que Escocia, como actor sub-estatal, está adoptando hacia los países y las personas en la primera línea de los impactos climáticos, es una forma de decir: les escuchamos, tenemos una responsabilidad en esto y no les defraudaremos. Y también es un mensaje para otros gobiernos occidentales con recursos mucho mayores que los de Escocia: si las naciones pequeñas pueden hacerlo, ustedes también pueden y DEBEN hacerlo.
A pesar de estar anclados en el Acuerdo de París como el tercer pilar de la acción climática, las pérdidas y los daños siguen siendo el «niño no deseado» en las conversaciones climáticas, como dijo sin rodeos, pero con razón la presidencia de AOSIS el domingo pasado. Los países desarrollados no quieren hacer frente a sus responsabilidades y pagar para reparar los devastadores impactos de las inundaciones, los huracanes, el aumento del nivel del mar, el derretimiento de los glaciares y el ritmo creciente de la desertificación, desencadenados por sus emisiones históricas, pero que afectan principalmente a los países y comunidades más empobrecidos, y a los ecosistemas. Los países ricos no están exentos de las pérdidas y daños, como lo demostraron tristemente las terribles inundaciones en Europa durante el verano. Pero no todos los países pueden asignar inmediatamente 30.000 millones de euros para reconstrucción, como lo hizo Alemania.
Las decisiones de la COP26, pero también los discursos de los líderes mundiales deben reflejar esta urgencia y brindar soluciones que aborden la escala de las necesidades en los países en desarrollo y las comunidades vulnerables. Sus decisiones deben contribuir a garantizar que el apoyo adecuado y basado en las necesidades esté disponible y sea accesible para las personas más vulnerables para mejorar la adaptación y responder a pérdidas y daños. ¡Esto no es una cuestión de caridad sino de justicia climática!